Un camino para aplicar la danza a la vida.
Se trata de un modelo de trabajo rítmico corporal focalizado en la búsqueda de la fluidez y reafirmación de nuestra gracia corporal. Su estructura ha sido creada a partir de mi experiencia durante muchos años como coreógrafa y pedagoga, en los cuales por un lado buscaba respuesta a las tantas preguntas, quejas y reacciones de mujeres respecto a sus cuerpos que normalmente tenían una connotación negativa hacia ellas mismas como por ejemplo:
- «No soy capaz de pasar delante de un grupo de personas sin sentirme observada».
- «No se bailar y creo que nunca aprenderé a bailar como tú».
- «Me encantaría tener un cuerpo más agraciado».
- «Siento que no soy sexi».
- «¡Soy tiesa como un palo!».
- «No tengo gracia».
- «No soy capaz de hacer tal o cual movimiento».
Apreciaciones que normalmente traen como consecuencia dificultades como:
- Rigidez corporal.
- Aminoramiento en la movilidad de partes de nuestro cuerpo.
- Pérdida de la conciencia de nuestra natural gracia corporal.
Por otro lado siempre me acompañó la convicción de que la danza no era indispensable para todos los cuerpos, pero de lo que sí era consciente y fui estudiando y explorando poco a poco, era del progreso y beneficios visibles que esta disciplina del arte aportaba a muchas personas, en respuesta a esa inquietudes y lamentos repetitivos. Dichos beneficios se manifestaban en:
- Mejoramiento en su desenvolvimiento corporal.
- Fortalecimiento de la capacidad de reacción.
- Mayor fuerza en la presencia social.
- Mejor manejo en la energía y vitalidad corporal.
Ante estos resultados observables y explícitos por parte de las personas que pasaban por mis clases me dije, merece la pena hacer uso pero sobre todo identificar los beneficios de la danza más allá del salón de baile. Desde entonces he focalizado todo mi proceso de investigación y exploración personal y grupal a encontrar formas de cómo mejorar la fluidez corporal a través del movimiento y el ritmo.
Fotografía: Clase de expresión corporal y danza por Rosalía Polo en la sala El Horno (Madrid). © yamilcure.es
Cuando asumo como eslogan “una forma de aplicar la danza a la vida” es porque este modelo a lo que apunta es a sistematizar progresivamente secuencias individuales de trabajo de exploración rítmico-corporales que permitan desarrollar a cada persona sus potencialidades, fomentando la autonomía, independencia y dominio sobre su propio cuerpo. El programa es desarrollado para generar consciencia de las propias posturas estimulando a cada participante a que sea y se sienta capaz de crear su propia rutina de afinación corporal en el salón de clases y fuera de él.
Abrazo todos los estudios realizados en distintas técnicas de maestros y maestras que nos han legado su saber como Rudolf Laban y su estudio de las cualidades del movimiento, Patricia Stokoe creadora de la expresión corporal y sus principios, sumado a varios estilos de danza y por supuesto a la creación de mi propio aporte didáctico- pedagógico que, además de incluir varios estilos de danza, desde mi condición de mujer afrodescendiente y caribeña que ha crecido con la danza en la vida hago mucho énfasis en la «raizalidad» individual vs ritmos vitales.
Fotografía: Taller Cuerpo, danza y cotidianidad impartido por Rosalía Polo en el Centro de Empoderamiento de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados CETIC en 2019. © Rosalía Polo (MMAAE)
A partir del desarrollo de las distintas temáticas durante el curso completo, las respuestas corporales a este modelo reflejan entonces desde cada persona el fortalecimiento de lo que es cada una, identificando sus fortalezas corporales, aplicándolas píldora a píldora en el día a día, disminuyendo así los factores que nos alejan del disfrute y libertad de nuestra propia gracia y fluidez corporal, y encontrando el propio modelo para el encuentro y disfrute del bienestar físico y personal a partir de la danza.
Fotografía: Taller Cuerpo, danza y cotidianidad impartido por Rosalía Polo en el Centro de Igualdad Carme Chacón en 2019. © Denisse Ariza (MMAAE)